La noche más oscura.

por Ayshel Sky Dom Nov 29, 2009 1:07 pm

Buno...Gracias a todas por seguirme y por todos vuestros comentarios,me animais mucho!^^
Os dejo aqui esta pequeña historia,simplemente es este capítulo.
Participé con ella en un concurso y...fracasé estrepitosamente...pero espero que os guste ^^

La luna llena iluminaba tenuemente el cementerio, las lápidas se alzaban orgullosas entre zarzas y rosales en flor. El color carmesí de las rosas resaltaba como la sangre saliendo de un corte.
El sonido de un violín corría por mis oídos como un hechizo, frente a mi unos ojos verdes brillaban.
Los ojos de un cazador, un hijo de la noche, en aquel tétrico lugar. Sonreía luciendo unos hermosos colmillos blancos, orgullosos de su belleza sobrehumana, una belleza que ganaba arrebatando la vida. Eramos ángeles, ángeles de la muerte regocijándonos entre la noche, las rosas escarlata y miles de lápidas de piedra.
-Baila.- susurró bajando los ojos a su violín, convirtiendo la hermosa sonrisa en pura fascinación por la melodía siniestra que creaba.
El cielo despejado era tan oscuro que las estrellas brillaban tímidas, casi invisibles.
Los recuerdos de mi torpe vida humana acudieron a mi mente, pero en ese momento no sentía más que excitación, la excitación del felino adueñándose de la noche. Pude darme cuenta de cómo mi cabello dorado bailaba con la brisa, brillante y suave ,y lentamente me uní a su danza.
Rozaba el aire con las manos ,la música se intensificaba y mi vestido ,tan oscuro como la noche espesa ,tan suave como la seda hacía mis movimientos más hermosos y grandes ,me rozaba la piel como una pluma.
Mientras me dedicaba a disfrutar de las sensaciones pude darme cuenta de cómo el apretaba los dientes y el deseo corría como fuego por sus venas ,por las mías ,por mi piel y mi garganta. Rocé los colmillos punzantes con la punta de la lengua y sentí su filo cortante, y después una gota de mi propia sangre.
Le dediqué una sonrisa enloquecida y deslumbrante mientras giraba y giraba rozando las lápidas con las puntas de los dedos.
Éramos la muerte, estábamos en nuestro sitio, que nos acogía con el susurro de los árboles, con la luz tenue de la luna blanca, haciéndonos tan hermosos como al etérea muerte. Lentamente siguiendo con el baile me acerqué a el con los ojos cerrados. Me detuve a su lado, recorrí su rostro con ojos hambrientos, mientras me colocaba tras él. La música adquirió un tono más lento y escalofriante incluso para estar sonando en aquel lugar.
El me dedicó una de sus sonrisas heladoras, y me dediqué a pasar mis manos lentamente por su espalda, y hombros, notando el estremecimiento de cada fino músculo bajo su camisa negra. Alcé los dedos hasta su cuello y lo recorrí con deliberada lentitud, disfrutando de su suavidad, adueñándome de él, tras encontraba a su izquierda, se dio la vuelta rozando mi cintura con las manos, deteniéndose en la parte más baja de mi espalda, y despacio con los labios recorrió la distancia entre mi hombro y la mandíbula aspirando el aroma de mi cuello.
Cuando alzó el rostro casi rozando mis labios sus ojos mostraban un deseo desmesurado, el brillo letal de un cazador y el amor que ambos compartíamos, sentía su aliento como una pluma en la punta de la lengua.
Cuando se disponía a besarme, durante una milésima de segundo desapareció. Antes de darme cuenta estaba a mi lado de nuevo, en la misma posición con una brisa.
Sostenía una rosa, hermosa resplandeciente con un rojo tan intenso como la sangre, brillante y con un aroma tan intenso que casi podía saborearlo. Lentamente me la ofreció mientras con la mano libre me sostenía la mejilla, con una sonrisa la acepté.
Pero las rosas tienen espinas, y una de ellas se clavó en la yema de mi dedo índice. Vi con fascinación como los ojos del asesino que me abrazaba se volvían rojos, como los de una fiera pero mantenía su dulzura mientras rozaba la herida con la lengua. Mientras lamía la piel abierta yo sonreía, la sensación era irresistible y me acercaba a él, cada vez más cerca.
Se tiñó los labios de rojo, un rojo que resaltaba demasiado sobre aquella piel más blanca que el mármol y sin previo aviso pegó sus labios a los míos.
Su boca ensangrentada se pegó a la mía fría como el hielo, me estremecía al sentir mi sangre caliente mezclada con su saliva tan fría como su lengua, mis dientes reaccionaron al instante.